Comer sano hoy en día, con la información de que disponemos, no es una opción, sino más bien una obligación. Ponemos la salud a flor de labios cuando describimos nuestra dieta aunque lo cierto es que en ocasiones, bastante numerosas por cierto, acallamos la conciencia obviando el análisis de los ingredientes de aquello que nos metemos en la boca o escudándonos en la supuesta benevolencia del producto principal e ignorando la calidad dudosa de los elementos adicionales, más de una vez, poco recomendables. No hay mejor ciego que el que no quiere ver, que dice el refrán…
Hay que andar con cautela, nuestro cuerpo es nuestro templo, y su cuidado debe ser objetivo prioritario, sin autoengaños. Es de sentido común, hay que evitar enfermedades fortaleciendo nuestro sistema inmunológico en la medida de lo posible. Además la calidad de vida que conlleva una buena alimentación se ve en el cuerpo y se siente en el alma amigas mías.
La teoría casi todos la conocemos: tomar alimentos reales, sobre todo de origen vegetal es lo mejor que podemos regalar a nuestro sistema digestivo. También conocemos los perjuicios de los dulces, las grasas saturadas, las bebidas gaseosas edulcoradas, el alcohol y el tabaco. A estas alturas el Mediterráneo está descubierto, aunque no está de más ser martillo pilón y recordarlo.
Yo, desde aquí os animo a buscar opciones saludables, empezando por aquello que más nos gusta y más frustración genera renunciar a ellos: los dulces. Os dejo el enlace al vídeo de mi canal de YouTube que está llenito de tartas deliciosas y muy muy sanas. Para disfrutar sin remordimientos.