Érase una vez un vestido de novia. Érase una vez el amor y el deseo de las personas de unir sus vidas para siempre y érase una vez la primavera, el renacer de la vida y la ansiada abundancia. Y de resultas: tiempo de primavera, época de bodas y celebraciones desde hace tanto que ya casi hemos perdido la cuenta, quizás unos 6000 años
Sabemos que en Mesopotamia ya había bodas y que en Egipto las novias se casaban con una falda larga y una especie de túnica que podía ser transparente, normalmente azul, (simbolizando eternidad). En el pelo, una cinta rayada, sujeta detrás de las orejas.
En la Grecia Clásica las mujeres llevaban una especie manto drapeado. El pelo se adornaba con una corona de mirto en honor a la diosa del amor, Afrodita. En la antigua Roma las damas de la aristocracia vestían túnica blanca ajustada con un cinturón (cingulum) que se ataba en un nudo de Hércules representando la virginidad, que posteriormente desataría el novio en la noche de bodas. En la cabeza llevaban un velo de color amarillo azafrán o rojizo (velarium flammeun), al igual que las sandalias, metáfora del fuego de Vesta, diosa protectora del fuego del hogar. Sobre el pelo, peinado con seis trenzas en honor de las vírgenes vestales, y una corona de lirios, trigo, romero y mirto, que son alegoría de pureza, fertilidad, virilidad y larga vida). Todo símbolos, símbolos, porque el hombre es un animal simbólico por encima de cualquier otra cosa.
Durante la edad media, momento de estancamiento en Europa, ni la forma ni los colores de los vestidos tuvieron demasiada importancia. La futura esposa simplemente llevaba lo mejor que la familia podía permitirse, en muchas ocasiones heredado, lo que lo convertía en una joya del guardarropas familiar. colores vivos, tejidos preciosos, brocados, damascos… el rojo fué el color más frecuente.
El primer vestido de novia blanco documentado es el de la princesa Philippa de Lancaster, hija de Enrique IV de Inglaterra, en 1406: una túnica y un manto de seda blanca bordado con piel de armiño y de ardilla. Las mujeres de la aristocracia poco a poco van adquiriendo esta costumbre que, sin embargo, no supondrá un cambio de tendencia hasta el siglo XIX, con la boda de la reina Victoria. El azahar se convierte también en el emblema de la esposa victoriana.
Será en la pasada centuria cuando veamos consolidarse el color blanco, sobre todo en las familias que se lo pueden permitir. Irán sucediéndose cambios en las formas: unos años 20 de mayor sencillez, trajes cortos de Chanel en las décadas posteriores y la consagración del volumen con el gran Christian Dior en los años 50, creando así un estilo princesa que llegó para quedarse, aunque todo este tiempo va a convivir con propuestas distintas para ya, en este siglo XXI, hacerlo con materiales atrevidos y una búsqueda de nuevas expresiones cada vez más vanguardistas.
Como muestra de formas y tendencias actuales, un vídeo con las propuestas para bodas y ceremonias de SERGI REGAL, un grande de la costura cuyo trabajo es siempre un placer disfrutar. Aquí os lo dejo.